Auras
Anónimas

Auras anónimas resultó de todo un proyecto que se había hecho con la Alcaldía. En el 2003, me enteré que la Alcaldía iba a tumbar los edificios en los cuales estaban los túmulos funerarios. Ese momento es muy crucial porque era no solamente tumbarlos sino colocar allí un patinódromo y unos campos de fútbol.

Al enterarme, llamé a Doris Salcedo, le conté. A ella y a mi nos fascinaban esos edificios tan bellos. Eran seis y estaban en ese momento desocupados. Cuando me enteré, llamé a Doris y ella en una actividad extraordinaria logró una cita con la Alcaldía. En la Alcaldía acababa de salir el Alcalde Peñalosa –de su primera Alcaldía–, y había entrado Mockus.

Mockus habló con el consejo y logró que no tumbaran los edificios. Doris Salcedo hizo un proyecto muy bello. Lo que le gustó a Mockus fue que dos artistas se interesaran por la muerte y por unos edificios como estos.

Entonces estando seguros, Doris hizo un proyecto que estaba basado en unir el arte con la memoria y con la arquitectura. El proyecto arrancó y se hicieron unos talleres, pero hubo muy poca convocatoria. Cuando se retiró Mockus y vino otro alcalde, eso se acabó completamente, quedó abandonado. Allí había gente de la calle que se había ido a vivir allí, el pasto estaba crecido, había culebras, sesiones de brujería… Un abandono total. Doris se retiró porque el proyecto fracasó en cierta forma, y ella no podía hacer ya más.

Una noche de luna pasé por ahí y vi eso iluminado por la luna, todas las cavidades, y pensé que yo debería hacer lápidas. Yo había hecho unas lápidas chiquitas para una exposición, como siete lápidas, me había interesado el tema. Entonces llamé a la Alcaldía, pedí una cita y les conté que tenía la idea. Estaba Martha Senn en ese cargo del que dependía el arte y con Patrimonio, donde estaba el arquitecto Pardo, empezamos a trabajar.

Tocaba despojar todo eso, la mugre que había. Sentíamos que olía a sopa y a tinto y no sabíamos que era. Cuando en un momento nos sentimos vigilados y vimos cómo la gente que vivía ahí se asomaba a ver qué estábamos haciendo. Ellos se subían, como si fueran escaleras, por las cavidades y dormían arriba. La Alcaldía empezó a hacer una especie de maquillaje, en cierta forma, tratando de restaurar pero sin poder dar plata para hacer una restauración a fondo.

Entonces en el 2007 empecé a trabajar la obra. La obra tenía dos problemas, primero tocaba limpiar el espacio y sacar las culebras y todo lo que tenía. El segundo era pensar en qué técnica hacerlo, cómo hacerlo perdurar. Encontré un poliestireno y encontré una fábrica en la cual trabajan todavía la serigrafía manual.

Hoy en día es muy difícil encontrar talleres que hagan serigrafía manual en gran formato. Eran 8957 cavidades que quería cubrir y eran de distinto tamaño. Había muchos problemas, pero encontré una firma maravillosa que hacía serigrafía manual y que cortó las lápidas y las tenía listas. Fue maravilloso encontrar a alguien que se interesara por el proyecto porque a la gente no le gusta trabajar en cementerios.

Así se hizo y en 2009 se terminó la obra y se inauguró. Obviamente el alcalde se desentendió. La obra empezó a tomar un prestigio universal, más que local. Porque era un cementerio, de esas dimensiones, con unas cavidades intervenidas por una artista. Esa es la historia y lo demás son todas las amenazas que ha vivido después…