Como a toda la generación nacida en los noventas, la adolescencia nos cayó encima con el acceso ilimitado a una red de internet de banda ancha. Además de descargar cantidades absurdas de música por Ares (pirata, obviamente), y a costa de saturar el disco duro con una enorme e inevitable ola de virus de computadora como muchos adolescentes de los 2000, nos dedicamos a tomar fotos, leer algunos blogs y pasar incalculables horas, hay que admitirlo, viendo videos documentales de YouTube. Al mismo tiempo, creamos una cantidad infinita de carpetas con momentos sobre nosotros y nuestros seres más queridos que muchas veces alojamos a modo de álbumes digitales en plataformas como Hi5, MySpace, o poco después, Facebook.
En ese momento no lo sabíamos, pero nuestra forma de relacionarnos con el internet había cambiado: estar frente a la pantalla se convirtió en el poder de aislarse y no implicarse en las cosas, valores tan fuertes de nuestra sociedad actual. Pero, ¿qué ganamos y perdemos con lo digital? ¿qué es lo que se transmite y hereda en tiempos digitales? Nos costaba creer que nuestra generación era lo que todos decían de ella: una generación en donde la falta por reconocerse en el presente, en su época, y en sus valores arrebatados, son sus cualidades principales. Al contrario, decidimos que esos también son rasgos de un espíritu revolucionario y un pensamiento crítico fuertemente mediado por lo artístico que nos permiten pararnos en el mundo con los ojos bien abiertos.
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Elizabeth Jelin escribió en 2012, en su libro Los trabajos de la memoria, “Vivimos en una era de coleccionistas, [...] registramos y guardamos todo. [...] Y si no lo guardamos, es porque existe y crece ese archivo global que es Internet”. Ocho años después de que Jelin escribió estas palabras sigue siendo completamente vigente, ya no tenemos que guardar los recuerdos en nuestras cabezas: nuestros celulares y computadoras lo hacen por nosotros. Nuestros amigos y nosotras creamos cuentas de Facebook, y luego confiamos en instagram para compartir fotos. Hoy en día, nos sentimos cómodos con la idea de que las personas buscan experiencias para crear imágenes que se puedan compartir. Subimos las fotos a las redes, las alojamos en la nube, en un disco duro, y le confiamos ciegamente todos los recuerdos al internet y a los aparatos. Incluso nos hemos visto algunas veces escribiendo en aplicaciones de notas o mensajes de Whatsapp sobre nuestros procesos creativos.
Durante mucho tiempo pensamos que un papel era más duradero que un soporte digital, y cada vez que nos enfrentamos a un dispositivo nos aterraba pensar que todas las memorias que depositamos al internet podrían desaparecer. ¿Quién va a creer nuestro paso por el mundo? Aunque lo anterior suene absurdo, esa sensación de impermanencia, junto con la velocidad de los avances tecnológicos y la comunicación inmediata de nuestros tiempos, es lo que nos corresponde al ser hijos de esta época.
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¿Cómo una era tan marcada por la individualidad construye sobre lo colectivo y no a pesar de ello? Nosotras elegimos el archivo colectivo de fotos digitales de nuestros amigos, más de 400 imágenes acompañadas de textos cortos (Hola, Instagram ☺), para ver cómo una generación podía ayudar a reconstruir esos recuerdos de los que no hay registro más que digital. Que no son bonitos y que no solo hablan de los caprichos de nuestra memoria, sino de cómo nos paramos en el pasado —más allá de una nostalgia contemplativa— para tomar decisiones en el presente, y aspirar a una permanencia en el más próximo futuro.
En ninguna parte es un proyecto inacabado, mutante e infinito, porque nosotras no somos las mismas de hace dos años, ni seremos las mismas dos años más adelante. Aunque el mundo parece querer acabarse mañana ;), y con él todos nuestros recuerdos, hemos decidido comprometernos con algunos de sus valores confusos: su impermanencia, la valoración de lo inmediato, lo instantáneo y el ritmo rápido de las cosas, en tanto que intentamos combatirlo.
Para la finitud de la vida, un lugar en internet que nos pertenece a todos de alguna forma.
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Un proyecto inacabado por Laura Junco y María José Herrera.
Gracias a todos nuestros maravillosos amigos ☺ que nos envían sus memorias.
Ongoing project by Laura Junco y María José Herrera.
Thanks to all our wonderful friends ☺ who send us their memories.